El rinoceronte y la luna
Al rinoceronte se le antoja
prender su cuerno en la luna,
perforar su oreja y colgarle un arete.
No es para que ella sea suya
como supone la costumbre,
sólo quiere darle un ave que la acerque.
La lunera luce alegre
su pájaro tornasol,
sacudiendo la melena,
gesto que excita y desarruga
al boquiabierto de bembos movedizos.
Aún con la piel más dura,
duelen los interminables días
que ella viaja fuera de su mirada,
lejos de su carrera,
hasta que, repentina,
aparece como uña de luz
que rasga la noche.
El volátil silba en el oído de la novia,
es un sol vivo que incendia y agiganta
al corazón del recio de patas anchas con tres pezuñas.
La que llega consuela al ojeroso,
viene, se acerca, le afila el estilete,
y decide tatuarse un río de leche,
con hierba en las orillas,
a donde su amante sediento
venga, paste y despaciosamente abreve.
Ricardo Landa, 1996-2012. Dibujos tomados de la red.
y el rinoceronte que no ve por las mañanas a la luna -pero sí la recuerda y escucha en su memoria- da pasos certeros por el camino plateado y pisoteado de ramas, pastos y lodo…
me gustó mucho este poema… abrazos
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