Caligrafía letal
Abre una vieja agenda
con motivos de culturas ancestrales:
glifos, fragmentos de códices
encabezan una serie de textos
para ayudar a la memoria a atenuar
el fracaso en sus intentos.
Se detiene ante los nombres en racimo,
algunos ilegibles o maltrechos,
escritos quizá con indiferencia,
o tal vez, por serle harto conocidos.
Encuentra sorprendido las señas de amigos,
compañeras, maestros y amores.
Lee sus nombres y apellidos completos
-algo que ya no hace al llenar nuevas agendas-
y le conmueve el haber olvidado esos detalles.
Inquieto, le asalta la pregunta
de si será tan largo como el nombre leído,
el camino que ha andado esa persona,
o si se le interrumpió la vida como hace
la letra que falta como un balazo en la palabra.
Tal vez se unió ese otro a una secta con códigos extraños
como aparece en ese nombre sobrepuesto.
¿Y si carece de algo básico en la vida
al que le faltó un acento en su apellido?
Absurdos pensamientos, se dice,
los nombres completos para calmarse.
Quisiera le contestaran
que aún están presentes en el mundo
para deshacerse del miedo que le turba,
que lo escuece de culpa
si acaso hubiese vaticinado
fatalidades con su mala letra,
o si condenó a alguien a castigos
que la memoria guardaba en el olvido.
¡Ah! ¿y si en la agenda se hallara su nombre?
Ricardo Landa, 10 de marzo de 2017
Imágenes: 1 al 4: caligrafías japonesa; de pintura de Jackson Pollock; escritura farsi; manual de caligrafía; 5: dedicatoria de Virgilio Piñera a Julio Cortázar y Aurora Bermúdez; 6 imagen de una caligrafía japonesa; 7: Croquis y viñetas atribuidas a Arthur Rimbaud.