Himnos por el amor
de las amigas
y el sol de lluvia cambió de estado de ánimo,
desordenó su propósito
y desató una lluvia de fuego
contra el mundo.
Enrique González Rojo Arthur: TERCERO SOL
A sus linderos,
salpicadero de voces en ráfaga
le alcanzan los gemelos de las pantorrillas,
pero ni a sus talones llegan.
Su andar lleva la premura
de sus caderas libertas
que tañen y tallan por un vibrar esbelto,
menos hosco y sin las ataduras
de las guerras por la ajena,
las que marcan con semen
los territorios y tatúan
la mirada de mujeres,
advertidas a gritos
que de ellos son o de nadie.
La cadencia de su cuerpo
sacude el ánimo de los volcanes
y de los miembros más inflamables
del ejército de urgidos.
Y aun así -porque ella lo sabe-
prefiere las vasijas de dos bocas,
su fluir de ríos,
la percusión con ecos del gemido
de los dedos al arpa en un sostenuto
y lo que las dulces lenguas digan.
Va a verse en ojos vista, -a mirarse
dilatadamente- con sus amigas,
sabe que ahí no será la poseída,
ni la intercambiada por mercancías,
será adornada no con gladiolos
sino con azucenas
y prevé que sus mejillas brillarán,
bruñidas por regocijos, regazos y jugueteos.
Adelante, hermana amiga,
muy amada ama de tu cuerpo amante.
La consigna es:
“Libre, linda y loca, no sumisa ni devota”
No obstante admite exponer mi ofrenda:
si luego de tu amistad, Amor brincos diera,
hazme saber si aún consiguiera ser contigo
el como quieras quiero,
sin el rito impuesto por padres beatos
de un ying por cada yang, ni del ojo por ojo
sino el más libre de lengua por yegua.
Ricardo Landa, 7 de noviembre de 2008
Imágenes: Safo de Lesbos; Otto Mueller: dos desnudos; Eguez, mujeres; Clarke: gladiolas; Steve Richard y Mamille: el espejo, los espejos.