La lectura de los labios
Cuando pediste que te leyera los labios
-como iba a la rosa Rilke-
aprendí a descifrar tus palabras
a paladear tus versos
y su deletreo minucioso por mi lengua
fue la delicia que nadie me ha dado nunca.
Magia la de tu sexo de incontables capítulos,
una biblia redentora que me ciega en su lectura
y me lleva a percibir el aleteo de tus ángeles
aturdidos en la duda, entre tocar el cielo
o derrumbar las nubes.
No hablo más que de ti, muchacha,
no eres un deseo pasajero,
siempre estás en mi mesa,
no eres rima esdrújula,
palabra hueca, sino ritmo y fondo,
hondura de niña con un libro entre las piernas,
frase inacabable que colma el vaso de mi canto.
Rosa transfigurada en luna ausente,
bosque de aromas que me devuelve el aire,
flor, ay, que late en mi silencio.
Te leo a lengua abierta.
Te traduce mi tacto. Humedezco en tus tintas
el corazón quebrado.
Y resurge en un verso endecasílabo,
la flor, el signo que mi mano incendia.
Intervalo…
(Mil gotas de caprichos,
tintineos de la cucharita en mi tasa,
suspiros suspendidos en el techo
-como las estrellas de Van Gogh-
Y el asalto sorpresivo de tu ocasional abrazo,
yo, feliz, escribía en tu espalda:
“cruzamos el desierto”)
En el epílogo de tu libro
pude comprender, por fin,
por qué cuando leo tu nombre,
tu firma en este código de dichas,
levanto las cejas, multiplico mis arrugas
y tartamudeo, o digo: este…
pues tanto ha cavado la distancia,
que ya no cabes en mí, tempestad
de tus labios, ilegibles cuando te derramas.
Colofón
(luego de conmoveme al leer
el secreto amargo que puso en ti la vida,
me llamaste a tu boca
y descubrí cómo cantan las sirenas.
De dónde les viene el canto, no sé,
quizás de los cabellos,
esos hilos largos del corazón)
Comentario al margen (años después):
Encontré páginas de miedo.
Noches por las que nos atrevimos.
Ya no quedan perros que ladren,
No jadean las ventanas, ni titilan luceros en tu pelo.
Está reseca la sangre de la mente
Y el alma gime hasta que amanece.
Yo soñaba con leer tus labios
como se leen las uvas,
y me distraje leyendo tu libro
de adivinanzas y vaticinios,
libé su vino, sí, pero uvas…
sólo de la viña del deseo.
Ricardo Landa, 2005-2017
Imagenes: Eloy Tarcisio: Labios, pintura ; Fernando Maldonado: Historieta, pintura; Eloy Tarcisio: pintura desnudo; Llovizna imagen en red; Michel Ballhaus: foto-filme; Olga Matsaeva: foto